viernes, mayo 26, 2006

De Ejecutivos a Delincuentes



El escándalo de Enron culmina con la finalización del juicio contra dos de sus principales ejecutivos, Ken Lay y Jeffrey Skilling y la decisión del jurado de que son culpables hasta la médula. Dos zorros del mundo del dinero que se pasaron de revoluciones estrellándose en su propia ambición. Aunque Enron no es el único caso de fraude corporativo (WorldCom, Global Crossing, Adelphia y Tyco también estuvieron en las noticias) ha sido el más publicitado, quizás por lo extenso y amplio de la investigación y el número de personajes envueltos.

Lay y Skilling conspiraron para inflar artificialmente las ganancias de Enron, esconder millones en pérdidas y mentir sobre el verdadero estado de las finanzas internas de la empresa. La quiebra de Enron, la más grande en la historia de los EE.UU. fue presentada en el 2001 y ocasionó la pérdida de trabajo de unas 4000 personas, así como en muchos casos el ahorro de toda su vida. Asimismo, los inversores perdieron miles de millones de dólares.

Quizás esto haga que otros ejecutivos pongan más cuidado en las operaciones cuando se trata de manejar dinero de terceros, como los inversores o los propios empleados. O tal vez no.

La realidad es que, en el caso de unas pocas empresas como las mencionadas, la podredumbre salió a flote simplemente porque les fallaron los cálculos o se pasaron de los límites en cuanto a soberbia y arrogancia. En otros, la mayoría de las grandes corporaciones, mientras sus finanzas se muestren relativamente saludables, se mantiene en vivo la avaricia de todos los dias.

Caso en punto, las industrias petroleras, con ganancias exorbitantes y salarios de príncipes para sus ejecutivos, mientras lloran y se quejan de que no pueden encontrar una solución al problema energético. Todo pagado gracias a los mansos consumidores que no pueden privarse de sus vehículos, empresas de transporte terrestre aéreo y marítimo de cuyo movimiento dependen las economías, el sustento y hasta la salud de poblaciones enteras.

Casos como el de Enron y otros, además de los que seguramente están latentes en otras corporaciones, son lo peor que el capitalismo nos ofrece. Capitales y libre empresa son una gran oportunidad en general, siempre y cuando contemos con seres humanos sensatos y razonablemente honestos.

Esperemos que delincuentes como Lay, Skilling y otros envueltos en este caso sean la minoría.