lunes, mayo 08, 2006

Baseball y Primadonnas

Carlos Oliveras y su trofeo


El muchacho estaba sentado en las gradas, como cientos de otros espectadores, presenciando un juego entre los Gigantes de San Francisco y Philadelphia. Barry Bonds, la estrellita de turno, disparó un batazo y la pelotita aterrizo prácticamente en las manos de Carlos Oliveras, el muchacho en cuestión. Para los fanáticos de estos encuentros, quedarse con el trofeo es algo equivalente a recibir un premio de lotería, especialmente en eventos como este, donde el record de bataje está a punto de ser igualado al del legendario Babe Ruth.

Barry Bonds, un individuo envuelto en controversia por su supuesto uso de estimulantes y esteroides, con la gracia natural de un asno, se negó a firmar la famosa pelotita. Eso si, se sacó fotos con el fan y le dio la mano, no sin antes haber hecho que este firme un documento para poder utilizar el gráfico como Bonds y su gente quieran.

Siempre me ha maravillado la constancia de los fanáticos de este aburrido juego, donde la mayor parte del tiempo, uno se entretiene comiendo hot dogs, bebiendo cerveza o sodas y observando como los jugadores escupen, se rascan los testículos, o se los acomodan, tiran el bate en disgusto cuando les va mal y para matizar, algunas peleas con el umpire y entre los mismos jugadores.

Entiendo claro que para quienes crecieron con esto tiene su valor. Posiblemente les recuerda los años felices cuando eran niños y participaban de encuentros vecinales, pero para los espectadores modernos lo veo tan apasionante como presenciar un juego de ajedrez, otro llamado deporte, más aburrido que contar moscas.

Lo que realmente es, es un negocio millonario en el cual jugadores como Bonds, cuya única habilidad parece ser pegarle duro a una pelotita, hacen millones a costa de los espectadores y fanáticos que compran mercadería y pagan su entrada.

Es por eso que considero que la actitud de Bonds es poco menos que despreciable, habiéndole negado una de las satisfacciones más grandes a Oliveras, cuyo único motivo para estar presente fue el de alentar a este mastodonte pagando religiosamente por su asiento