lunes, octubre 31, 2005

Halloween, Más Trabajo Que Diversión?


Comenzando Octubre la maquinaria publicitaria se pone en marcha bien temprano, promocionando todo tipo de productos relacionados con esta celebración. El objetivo es por supuesto la "fiesta" de Halloween, día en el cual los niños (y muchos adultos) se disfrazan de personajes especialmente truculentos con su culminación obligada, dando una vuelta por el barrio, golpeando puertas y lanzando el habitual "Trick or Treat" a quien responde y algún dulce como recompensa.

Desde el punto de vista de los niños, es claro que constituye algo diferente y entretenido. A quien no le gusta a esa edad disfrazarse de Superman o Drácula y correr libremente por el vecindario?

Los mayores, especialmente quienes atienden al público en bancos, instituciones públicas y otros, también ofrecen un toque de la celebración. Así vemos que, cuando vamos a pagar nuestras multas a moto vehículos, la señora que nos toma el dinero, se ha colocado una peluca amarilla y sonríe con amplitud, como si con eso nos aliviara la carga del gasto.

Cuando digo que Halloween es más trabajo que diversión, no me refiero a estas ligeras travesuras, sino al hecho de que, para algo que tiene una vida tan efímera (como mucho unas horas), el esfuerzo y gasto supera a veces el placer que otorga.

Desde comienzos del mes, especialmente para los padres de familia, la batalla verbal y económica comienza con los pedidos de los niños, a veces, no tan fáciles de complacer.

Más tarde, la realidad de las compras en disfraces, pone un toque de sobriedad a la cosa, en la mayoría de los casos con los niños conformándose con algo de menos precio y los padres con un cargo de conciencia nuevo.

Por fin, después de muchos ensayos dentro del hogar, con los niños pintándose la cara, aplicando en su cuerpo alguna herida de utilería o, peor aún, poniendo en peligro el disfraz de turno, los menores se preparan para la gran salida al ruedo y, cuando se pone el sol, acompañados de algún mayor, se lanzan al vecindario a golpear puertas.

Pero antes, los adultos deben preparar a los menores como si fueran a una zona de combate:
"Agregue cintas reflectantes a los disfraces y asegúrese que los agujeros en las máscaras sean lo suficientemente grandes como para ver con comodidad."
"Busque lugares seguros para el recorrido, como centros de compras y eventos comunitarios"
"Conozca a sus vecinos y obtenga una lista de predadores sexuales en su área"
"Enseñe a sus hijos reglas de seguridad sencillas, como el no hablar con extraños"
"Siempre lleve consigo una linterna"

Algunas puertas se abren, otras permanecen mudas. Un par de horas después, la cosa termina con el regreso al hogar y un montón de dulces recolectados.

Allí comienza la otra tarea, producto de los tiempos en que vivimos, la revisión de cada caramelo y barrita de chocolate para asegurarse de que no sea algo que pueda ser nocivo.

Como corolario, en las horas y días que siguen, la tarea es vigilar que los niños no se atosiguen con los dulces y se den un empacho padre.

Fin de la celebración. Un mes de excitación, algunas discusiones quizás y un poco de tensión, para algo que, en definitiva, no es más que una vuelta por el barrio para entretener a los niños y algunos adultos que recuerdan tiempos idos.

Los padres de familia respiran con alivio. Aunque no por mucho tiempo. Ahora comienza el mes de "Thanksgiving". Bienvenidos a una nueva ola de publicidad, gastos, planificación y alguna que otra discusión familiar.