Compras, Fiestas y Dolor
Con las fiestas de fin de año cada vez más cerca, la sensibilidad popular comienza a estar a flor de piel. Pedidos de donaciones de juguetes para niños de pocos recursos, comidas enlatadas y ropa para los centros que proveen una comida de fin de año para los despojados, sin casa y abandonados a su suerte y otras modalidades, para que nuestra conciencia nos diga que compartimos el sufrimiento de los demás.
Esto, mientras contemplamos las hordas de personas haciendo cola desde la madrugada del día posterior a Acción de Gracias, para entrar como tropel desenfrenado a hacer compras de regalos.
Esta temporada es una mezcla de melancolía y excesos que siempre se repite, año tras año.
Por otra parte, la cada vez más agudizada percepción de que la guerra en Irak no tiene sentido, nos enfrenta a la realidad de miles que han muerto, muchos más heridos y familias de militares dislocadas y tensas por las circunstancias. El pésimo manejo de la ayuda gubernamental a los afectados por los huracanes, fue otra bofetada a miles de afectados que aún hoy están en el limbo.
Y como siempre, nos duele lo que nos toca de cerca, claro está, olvidándonos quizás del sufrimiento del pueblo de Irak, al que se supone íbamos a liberar de la tiranía, sujeto ahora a la catastrófica consecuencia de un plan fallido.
Al mismo tiempo, con la permanencia en el frente de batalla, se ha dado el fenómeno de que los radicales islamistas hayan crecido en número, dando pié a su creencia de que se debe combatir al diabólico invasor y de paso a cualquier otro que se le parezca. Sin contar con personajes extremistas como el presidente de Irán, acusando a EE.UU. de haber utilizado armas prohibidas en Irak (fósforo blanco y uranio reducido), con palabras difíciles de refutar.
Es doloroso que la imagen de todos los estadounidenses tenga que sufrir en el teatro mundial por las acciones de una administración que se rehúsa a cambiar, admitir errores o, Dios nos libre, ofrecer disculpas a nadie.
Sin embargo, una luz de esperanza parece haberse encendido, con la creciente inquietud de la mayoría del pueblo para que se ponga fin a este conflicto. Cada vez son más las voces que se unen a las criticas y muchos menos los que creen ciegamente las pobres explicaciones desde arriba.
Bush y su camarilla están cada vez más aislados. Habrá llegado la hora quizás de pedirle la renuncia?
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