Merecen los Periodistas Privilegios de Confidencialidad?
En Estados Unidos se ha desatado recientemente un mini-escándalo referente a noticias divulgadas en el pasado, mediante las cuales se expuso que la esposa (Valerie Plame) de un ex-diplomático (Joe Wilson) era una agente de la CIA. El embrollo tuvo su origen justamente cuando Joe Wilson - quien fuera designado para determinar si Nigeria había vendido uranio que pudiera ser utilizado con fines nucleares a Irak - declaro que nunca existió esa conexión y que Sadam Hussein y Nigeria no negociaron esas cosas.
Obviamente el intento de la administración de Bush con esta movida era el de buscar algo que justificara la invasión a Irak (a estas alturas ya no hay duda alguna de que todo fue un cuento) y es posible que la “indiscreción” de Joe Wilson al desmentir el vinculo Irak-Nigeria provocara la ira de Bush y otros.
Así, Robert Novak – un parlante de los Republicanos disfrazado de periodista – expuso a Valerie como operativo de la CIA. Siguiendo a esto dos columnistas del New York Times Judith Miller y Matt Cooper, uno reuniendo el material informativo y el otro publicando la columna, dieron al publico la noticia de que “alguien” de la administración Bush había dado a conocer la información, supuestamente secreta, exponiendo así a Valerie Plame y a todos aquellos con quien ella tuviera algún contacto. Esto por supuesto pone en peligro a ciertas personas vinculadas con la CIA, pero también dañó, o intentó dañar, la credibilidad del esposo-diplomático, Joe Wilson. En otras palabras, como no se consiguió una confirmación tácita de lo que Bush y otros querían, el acto de venganza fue la consecuencia.
Entramos al segundo acto de la pieza. Karl Rove, mano derecha (o manejador?) de Bush, ha sido nombrado en esto como el que ofreciera esa información gratuita implicando a Valeria Plume. El hacer eso se considera un acto de traición de confidencialidad por parte de un funcionario oficial. Como es lógico, la maquinaria de Bush se puso en movimiento, mientras se inician las acciones judiciales para determinar lo ocurrido, Como consecuencia de las decisiones de un juez, Matt Cooper está en libertad gracias a que ofreció declarar, alegando que su informante le había dado carta blanca para hacerlo. Por su parte Judith Miller fue declarada en rebeldía por la corte ya que ella se niega a divulgar quien le suministró la información. La pena podría ser de hasta cuatro meses de cárcel.
Al margen del mugrero político que todo esto implica, me pregunto si los periodistas están perdiendo terreno en nuestro país y de ahora en más ya no podrán informar de nada que no sea la palabra oficial. Si un periodista no puede proteger a sus fuentes de información cuando la cosa está que arde, nadie habrá de animarse a hablar si su vida o carrera está en peligro. Esto es verdad especialmente cuando se trata de personas vinculadas con los círculos oficiales. Entonces, que nos queda? Cómo habrá de hacer alguien que quiera exponer los trapos sucios del gobierno (que los hay y muchos) si los pocos que “tengan los que les dije” para hablar son silenciados por temor a represalias?
De por sí es muy difícil enterarse de algo medianamente cercano a la verdad, gracias al tremendo monopolio informativo que existe. Con un gobierno amigo de los grandes capitales e intereses (de los cuales los medios de comunicación son parte), es ilusorio pensar que el público tiene acceso a noticias balanceadas. Algunos pocos medios independientes e Internet son quizás los últimos bastiones de prensa libre en este mundo y el encarcelamiento de personas como Judith Miller habrá de enfriar aún más el entusiasmo de otros periodistas, especialmente cuando su salario depende de esas mismas empresas amigotas de la camarilla de Bush.
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